Ay, la puntuación.... Ese elefante en la habitación cuando relees tu texto y no sabes la razón por la que no funciona... A lo largo de los años me he encontrado con buenas narraciones que se deshacían en las manos solo por un mal empleo de la puntuación. Y es que la puntuación en un texto de ficción, por un lado, es arquitectura invisible, y por otro, forma parte de su sistema nervioso. Lo mismo sostiene todo el edificio narrativo que trasmite impulsos emocionales al lector.
No es casualidad que Hemingway utilizase frases cortas y puntos secos, ni que Proust construyera frases larguísimas con comas. Mientras uno iba al grano, el otro tejía pensamientos como olas. Todos los buenos escritores tienen bien integrado el tipo de puntuación que casa con su estilo e intenciones.
Y es que puntuar bien ayuda a dominar muchos elementos de la escritura creativa, desde la construcción de diálogos al juego de los silencios narrativos, por lo que, si quieres que tu prosa esté bien pulida, te recomiendo que te pongas a estudiar o investigar sobre ella. Y no olvides que también funciona como aquello que decía T. S. Eliot de «No es sensato quebrantar las reglas hasta que sepas cómo cumplirlas».
Así que antes de que te pongas a ello, te dejo un par de reflexiones. La primera, de Isaak Bábel:
«Ningún acero penetra en el pecho tan frío como el punto puesto a tiempo».
Ten siempre en cuenta algo tan aparentemente inofensivo como un simple punto colocado en el momento preciso. En el sentido más literal, debes detectar el lugar exacto en el que una oración termina de manera definitiva, que no exista posibilidad de réplica o continuación. En un sentido más retórico, de lo que se trata es de decidir cuándo hay callar para dejar que el silencio haga su trabajo.
La siguiente reflexión es de Kurt Vonnegut:
«No uses punto y coma. Son hermafroditas travestidos que no representan absolutamente nada. Lo único que hacen es demostrar que has ido a la universidad».
Es una reflexión agresiva y provocativa, que muestra un rechazo visceral a la pedantería académica y a la complejidad sintáctica. Es cierto que los puntos y comas tienen funciones específicas y son defendibles, pero hay algo de cierto: hay escritores que los emplean para parecer más literarios, por lo que es una advertencia contra la ornamentación gratuita y la intención de impresionar en lugar de contar.
Volviendo a Hemingway, nunca encontrarás un punto y coma en toda su bibliografía. Y acabando con él, dicen que Vonnegut afirmó que Ernie se suicidó porque la vejez se parecía demasiado a un punto y coma. Parece que este signo lingüístico le obsesionaba.